Música de las misiones jesuitas de la Araucanía
El Cancionero Chilidugú de Bernardo de Havestadt (1777)
La evangelización de los pueblos indígenas fue una de las labores más importantes de la Iglesia Católica durante el período colonial. Desde los primeros años de la conquista se discutieron los contenidos doctrinales que debían enseñarse a los indígenas y la forma en que debía realizarse la prédica. Expresión de ese debate, fueron los concilios celebrados en Lima en la segunda mitad del siglo XVI, que establecieron la forma y el idioma en que debía realizarse la catequesis de los indígenas, las oraciones que se les debían enseñar y las fiestas religiosas que se debían observar. El Tercer concilio limense, celebrado entre 1582 y 1583, organizó de manera definitiva la Iglesia Católica en el Nuevo Mundo.
Un requisito indispensable para la evangelización de los pueblos indígenas fue la concentración de éstos en pueblos, lo que permitía un control más directo de la comunidad por parte de misioneros, al mismo tiempo que aseguraba la provisión de mano de obra forzada para el trabajo minero y agrícola. En las regiones de alta concentración de población nativa sometida al régimen de encomienda, como Perú y México, la reducción de los indígenas en pueblos fue un proceso bastante rápido y se vio favorecida por la pervivencia de organizaciones comunitarias de origen prehispánico. En otras regiones, sin embargo, las órdenes religiosas organizaron un sistema de misiones lideradas por los mismos religiosos y aisladas del resto de la sociedad colonial, como fue el caso de las misiones jesuitas de Paraguay y el oriente de Bolivia.
En las regiones fronterizas que escapaban al control político español, como la zona de la Araucanía, la evangelización de los pueblos indígenas fue particularmente difícil. Los misioneros que se adentraron en esa región tuvieron que lidiar con la tenaz resistencia del pueblo mapuche a abandonar sus costumbres ancestrales y con la prolongada guerra de Arauco, que impedía cualquier entendimiento pacífico entre españoles e indígenas.
Al tiempo que intentaban pacificar las relaciones fronterizas entre hispanos y mapuches, los misioneros jesuitas intentaron adaptar el mensaje evangélico a la organización social y la lengua mapuche. De entre las estrategias adoptadas por los misioneros, la música jugó un papel de primera importancia en la catequesis de la población indígena. Sobre la base de composiciones barrocas provenientes de Europa, los misioneros instalados en distintas partes del continente, escribieron un amplio repertorio de música sacra para ser utilizada en sus respectivas misiones.
De los escasos registros musicales que se conservan de las misiones jesuitas de la Araucanía, el cancionero compuesto por el misionero jesuita Bernardo de Havestadt es quizás uno de los más importantes. Publicado en 1777 al interior de una obra titulada Chilidúgú, sive tractatus linguae Chilensis, está integrado por 19 canciones, cuya letra es un compendio de los principios de la fe católica adaptada a la lengua mapuche. El Cancionero Chilidugú, como también se le conoce, permaneció en el olvido por más de dos siglos, hasta que en 1998 se grabó un disco con sus canciones, interpretadas por el grupo Syntagma Musicum de la Universidad de Santiago de Chile y el Coro de Niños de la Comunidad Huilliche de Chiloé.
Estudio Musicológico de Victor Rondón (musicólogo chileno)
Música y evangelización en el cancionero Chilidúgú (1777) del padre Havestadt, misionero jesuita en la Araucanía durante el siglo XVIII
Para escuchar
http://www.memoriachilena.cl/mchilena01/temas/audio.asp?id_ut=musicadelasmisionesjesuitasdelaaraucania,sigloxviii
Para Bajar Partituras
1 comment:
interesante blog..lo voy a leer con calma.
saludos,
marcelo.
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